Cuando somos niños les pedimos a nuestros padres todo lo que nos gusta nada más verlo. Ellos nos parecen seres omnipotentes que son capaces de dárnoslo todo y que pueden obrar la magia de comprar cosas: no sabemos cómo ni nos importa, pero entran en la tienda y salen con un juguete debajo del brazo. Sin embargo, pronto aprendemos que no se puede tener todo y que «sí, claro que puedes tener un camión» significa en realidad «va a ser que no».
Cuando nos hacemos mayores y toca hablar de lo público, parece que volvemos a ser niños que reclamamos a Papá Estado que nos dé todo lo que queremos. No sabemos cómo lo harán para darnos a todos casas en propiedad y trabajos de por vida ni nos importa: lo queremos y punto. A todas esas cosas que queremos las llamamos Derechos y nos cogemos pataletas si no nos las dan. Pero, a diferencia de cuando éramos niños, parece que de mayores no aprendemos que no se puede tener todo.
Pensamos que un contrato indefinido debe ser o bien un contrato eterno o bien un contrato en el que la empresa tenga que pagarte una pasta si quiere o si necesita despedirte. ¿Y nos quejamos de que se firmen muchos contratos temporales?
Les reclamamos trabajos a los políticos, pero resulta que los políticos no crean empleo: el empleo lo generan las empresas y o se lo ponemos fácil o, por mucho que protestemos, los trabajos no van a aparecer.
Que un político prometa crear puestos de trabajo no tiene sentido. Podrían inventarse miles de nuevas plazas de funcionarios, pero crear más empleos públicos es tan absurdo como darte una paga extra a ti mismo sacando el dinero de tu cuenta corriente. Parece que el dinero para pagar las nóminas de la administración lo imprime el Gobierno y ya está, pero no: sale de los impuestos que todos pagamos y si lo gastamos creando puestos de relleno ya no podemos dedicarlo a otras cosas verdaderamente necesarias.
Si queremos más trabajos, tenemos que hacer que para las empresas contratar no sea una decisión de alto riesgo y tenemos que asumir que el tipo de trabajos será el que las empresas necesitan: todos queríamos ser astronautas, pero aparte de Miguel López Alegría casi todos nos hemos tenido que adaptar y hacer otras cosas. Pensándolo bien, podríamos reclamar nuestro Derecho a ser astronautas, ¿no?